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Clase 14 - Diagnóstico Socioeducativo

Diagnóstico Psicopedagógico – Definiciones
Diagnóstico Psicopedagógico
Se entiende al diagnóstico psicopedagógico como un proceso en que se analiza la situación del alumno con dificultades en el marco de la escuela y del aula, a fin de proporcionar a los maestros orientaciones e instrumentos que permitan modificar el conflicto manifestado.
Aunque el conflicto o incluso el fracaso escolar sean los síntomas que se busca atender, es muy posible que origen se encuentre fuera de la institución escolar, ya sea en el ambiente familiar o en el entorno social del alumno. El diagnóstico psicopedagógico entonces puede alcanzar el conocimiento de las problemáticas familiares, así se originen al interior de la propia familia o sean producto de las condiciones sociales en que se vive.
De tal manera que la intervención en el alumno puede conseguir mejoras en el ambiente familiar, además de aquellas que se logren en la situación escolar. Tendríamos entonces que el diagnóstico psicopedagógico reposa en diversos sujetos y sistemas interrelacionados. Nos referimos a la escuela, el profesor, el alumno, la familia y el interventor.
La escuela
La escuela, como institución social, puede considerarse de forma amplia y, siguiendo la teoría sistémica, como un sistema abierto que comparte funciones y se interrelaciona con otros sistemas que integran todo el entorno social. En la actualidad vemos a la escuela y a la familia en interrelación continua, aunque no siempre se consigan actuaciones adecuadas, considerando que pueden muchas veces actúan como sistemas contrapuestos más que como sistemas complementarios.
La sociedad otorga a la escuela la misión de educar e instruir a los alumnos a fin y efecto de que se integren los más plenamente posible como seres individuales y con criterio propio para abordar temas diferentes, tanto los relativos a su desarrollo personal como los referidos a su integración social.
La escuela no puede actuar por su cuenta; hay otro sistema más amplio, la administración del Estado en el que está inmersa y que es el que propone los contenidos mínimos que ha de conseguir cada alumno al acabar su enseñanza. Podemos pensar que, en lo que se refiere a los objetivos finales, la escuela tiende a la homogeneización.        
Como interventores, antes de abordar un caso, problema o tema pedagógico, hemos de tener en cuenta en qué momento de su evolución se encuentra la escuela, qué grado de desarrollo ha conseguido y cómo entiende el proceso educativo en un sentido realista.
El profesor
Por el hecho de trabajar en una escuela concreta, se presupone que el profesor está inmerso en una comunidad determinada con sus características socio-culturales y económicas particulares. Dado que la acción educativa de la escuela no puede desligarse de las funciones educativas que tienen los padres de los alumnos, consecuentemente el profesor ha de tener contacto con ellos.
En nuestras intervenciones hemos de tener en cuenta la influencia que estos subsistemas se ejercen mutuamente para contextualizar al máximo posible nuestras actuaciones.
El maestro, al mismo tiempo que recibe presiones en el sentido de cambiar actitudes asimiladas tradicionalmente por la sociedad, también siente que su tarea es poco importante y poco valorada. Esta contradicción se vive constantemente en los centros y provoca muchos problemas en la práctica diaria.
El papel que se solicita al maestro en la situación de enseñanza-aprendizaje es el de una actuación constante, con intervenciones para todo el grupo de clase y para cada uno de los alumnos en particular. Esto es particularmente difícil y puede provocar que, al encontrarse alumnos con dificultades de aprendizaje y/o comportamiento pueda desentenderse y defenderse de la angustia que le provocan negando el problema, angustiarse y buscar ayudas desorganizadamente, reflexionar y buscar ayudas con los conocimientos propios del maestro, buscar ayuda de profesionales externos a la escuela, aprovechar la ayuda de profesionales al interior de la escuela entre muchas otras.    
Así, las demandas que lleguen a nosotros varían en función del modo en que el maestro está viviendo su propio proceso y también de la manera en que entienda la labor del interventor educativo. A veces la demanda puede ser confusa y ambigua, y hay que ayudar a clarificarla. También es posible que el maestro busque depositar el problema y las angustias que le provoca en el interventor, para que lo libere de responsabilidades.
Por lo anterior, es importante que el interventor aprenda a entender estas demandas, que establezca una comunicación que permita adecuar la respuesta a la solicitud planteada, definiendo el papel que puede llevar a cabo, aclarando tanto la petición como aquello que en realidad puede realizar.
Recuperado de:
Bassedas, E. (et. al.) (1991). Intervención Educativa y diagnóstico psicopedagógico. Barcelona: Paidós. Pp. 49-57.


    


      


 


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