Clases UPN
Asignaturas impartidas en la UPN

Clase 3 - Actividades Directrices

El comienzo de las relaciones sociales: la madre
El aislamiento en los niños tiene efectos nocivos en el desarrollo del niño, al grado que puede provocar o sólo un retraso en aspectos como el social o competencias para la convivencia, también puede verse afectado el desarrollo psicomotor y cognitivo. La compañía y el cariño son tan necesarios como la alimentación.
Una de las ventajas competitivas con las que ha contado el hombre a lo largo de la evolución es su capacidad de cooperar con sus congéneres e incluso con otras especies como el caballo o el perro. Esta cooperación se encuentra caracterizada por la generación de vínculos afectivos con los seres con quienes convive como otros seres humanos, mascotas y animales de trabajo.

El ser humano nace con un alto grado de inmadurez comparado con otros mamíferos, esto provoca que sea altamente dependiente de quienes le rodean. La etapa en la que los humanos dependemos del otro se prolonga mucho más que en otras especies, además las condiciones sociales en culturas como la nuestra han provocado que la dependencia se extienda durante la infancia y la adolescencia.
 
Por lo anterior, se puede comprender fácilmente que, a lo largo de la evolución, se hayan desarrollado conductas que faciliten el contacto y la colaboración en las comunidades humanas.  
 
Harlow y Harlow (citados por Delval, 2006) distinguen cinco sistemas afectivos en los primates:
1. Materno – filial (relaciones madre – hijo)
2. Filial – maternal (relaciones hijo – madre)
3. Sistema afectivo entre compañeros de edad
4. Sistema afectivo sexual
5. Sistema afectivo paterno.
Decíamos anteriormente que los humanos hemos desarrollado conductas que promuevan la ayuda entre nosotros. Una de ellas es el llanto, que en el recién nacido juega un papel muy importante para su supervivencia. Mediante el llanto, el bebé llama la atención del adulto para satisfacer sus múltiples necesidades, como la de alimento, atención, sueño, frío, entre otras.
En el ser humano se manifiesta una propensión al gusto por el cuidado de las crías, incluso por aquellas que no pertenecen al género humano. Los recién nacidos de otros animales pueden provocar en nosotros emociones afectivas que nos invitan a atenderlas.
 
El cuidado y atención, en el caso de los niños, va acompañado por una serie de estímulos que promueven el desarrollo en diferentes ámbitos. Las personas son fuente de estímulos de varios tipos: táctiles, visuales, sonoros, motrices. Además, el bebé es capaz de reconocer situaciones sociales que promueven la convivencia, como pueden ser la hora del baño, el momento en que es alimentado o el cambio de pañal.
 
Recuperado de:
Delval, J. (2006). El desarrollo humano. México: Siglo XXI editores. Pp. 179 – 183.


                   


 


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