Clase 9 - Actividades
Etapas psicológicas del embarazo y el bebé pretérmino
En los seres humanos se ha comprobado que el establecimiento del vínculo afectivo del bebé con su familia se establece antes del nacimiento (incluso puede ocurrir que se establezca antes del embarazo). Por lo que conviene revisar las etapas psicológicas por las que atraviesa la familia durante la gestación.
La familia no se encuentra lista para recibir a un nuevo miembro apenas la madre se entera que está embarazada; incluso si se trata de un bebé planeado y esperado, el embarazo es un periodo durante el cual la pareja y los otros hijos van construyendo la imagen de la familia que acogerá al bebé cuando nazca. Brazelton y Cramer (citados por Ruiz, 2005) "sostienen que las etapas físicas del embarazo estarían ligadas a la preparación psicológica de ambos padres. De tal manera que a los nueve meses tanto la madre como el padre tiene la sensación de estar completos y listos para recibir a su hijo."
A esta preparación contribuyen ciertos rituales que van conformando la ampliación de la familia, matizados cada uno por la idiosincrasia familiar y su contexto social. La elección del nombre, la definición de los espacios físicos que en el hogar habrán de destinarse al niño, los acomodos correspondientes para sus hermanos o quienes cohabitan la casa, la compra de ropa y otros enseres (cuna, tina de baño, juguetes), compartir la noticia con la familia ampliada y amistades. La pareja va pasando por distintas etapas que van creando la atmósfera psicológica que les permite concebirse como padres del futuro bebé. En este proceso están presentes temores, angustias y otras emociones y sentimientos que no siempre son expresados, pero esperan por el momento en el cual se manifiestan a lo largo de los nueve meses.
Durante el primer trimestre del embarazo, además de las condiciones familiares y sociales en las cuales se realizó la concepción, están presentes los cambios hormonales que resiente la mujer en su cuerpo; las náuseas matutinas y otras incomodidades requieren de un soporte emocional, de una escucha por parte de la pareja o de la madre (la abuela del niño); la visita al médico y la confirmación del embarazo con los cuidados y recomendaciones que éste haga implican los primeros pasos en la aceptación de la nueva condición de la familia.
Posteriormente, con las manifestaciones físicas propias del segundo trimestre, habrán de presentarse otras emociones: alejamiento de la pareja que incluso puede llegar a que el esposo se sienta desplazado o la mujer requiera de manifestaciones de cariño para contrarrestar cierta inseguridad, quizá algunos celos por parte de los otros hijos y, dependiendo de la edad de estos, darse cuenta de que mamá ya no puede realizar las mismas labores que venía realizando y que es necesaria su ayuda o de la familia ampliada.
En el tercer trimestre los preparativos se hacen más urgentes: es necesario contar con los recursos para dar la bienvenida al niño o niña, las visitas al médico pueden ser más frecuentes, los requerimientos económicos están presentes y deben realizarse los ajustes necesarios en el presupuesto familiar. Así, a lo largo de este proceso, la familia habrá construido, de forma consciente o inconsciente, una identidad distinta a la que tenía antes del embarazo, de tal manera que, de una u otra forma están listos para recibir al bebé.
Ahora bien, cuando se presenta el nacimiento de un bebé prematuro, esta construcción se ve interrumpida y el proceso psicológico requiere de ajustes que no siempre se pueden dar de manera adecuada. La familia necesita una interacción diferente a la deseada e imaginada durante la gestación.
Se puede señalar que el nacimiento prematuro interrumpe el proceso descrito anteriormente, dando lugar a un suceso no esperado. Los padres deberán crear un espacio psicológico para un hijo 'diferente' al imaginado, así también un lugar distinto para ellos como padres. Los cambios se reflejarán en la vida interna y externa de cada uno de los miembros del círculo familiar. Al cambiar las condiciones planeadas, los ajustes de todo tipo -económico, social, de espacios físicos-, pueden impedir que se preste la atención que exigen los reacomodos psicológicos. En este momento, las ayudas sociales con las que cuenta la pareja (hospitalarias, de la familia extendida, de amigos) adquieren una crucial importancia conformando un soporte material, pero también una envoltura psíquica de contención y sostenimiento.
Cuando se presenta la prematurez o algún daño patológico en el recién nacido, uno de los cambios repentinos a los que se enfrenta la madre consiste en observar como la atención que tuvo en los meses anteriores se desplaza hacia los cuidados que el niño necesita, las miradas se centran casi exclusivamente en el estado clínico del bebé. También el padre se verá ubicado en un rol imprevisto: ver primero al bebé que a la madre, reconocerlo a través del discurso médico. El bebé no es una figura pasiva en el marco de las representaciones paternas. El recién nacido dispone de ciertas capacidades comunicacionales para crear una relación dialéctica identitaria con sus padres: el bebé los inviste como padres, tanto como ellos lo reconocen como hijo. En el caso del niño prematuro, las conductas que manifiesta son diferentes a las de un recién nacido a término, predominando más expresiones de estrés, un umbral más bajo a los estímulos, mayores esfuerzos para el equilibrio homeostático y conductas de autorregulación. Su motricidad desordenada, inmadura, dificulta el sostén y manipulación para una persona no acostumbrada a bebés tan pequeños, haciendo más difíciles los primeros contactos con los padres (Ruiz, 2005).
Los padres deben vivir un proceso educativo paralelo que les permita integrar información y, simultáneamente, desarrollar aquellas competencias que hagan más armónica la convivencia con su hijo.
Bebé imaginado y bebé real
Mencionamos anteriormente que el nacimiento de un bebé prematuro o con un daño patológico que implique el riesgo de secuelas psiconeurológicas, puede significar para algunos padres el inicio de un proceso de duelo ante la pérdida del bebé imaginado y la aceptación del bebé real. Considero conveniente profundizar acerca de la idea de estas representaciones psíquicas que los padres construyen a propósito de su hijo a fin de entender mejor la complejidad del proceso al cual se ven sujetos y sus implicaciones en el ámbito educativo.
Lebovici (citado por Ruiz, 2005) "habla de cuatro 'bebés' que pueden ser hallados en el mundo representacional de ambos padres y que son gestados durante el embarazo: el bebé real, el bebé fantasmático, el bebé imaginario y el bebé mítico.
El bebé real es el que los padres tienen en sus brazos, que está sumido en su crítica indefensión.
El bebé imaginario es el fruto de la planificación del embarazo en algunos casos, rodeado de un gran valor narcisístico, producto de los ensueños, a los que podríamos denominar fantasías conscientes o preconscientes. Por ejemplo, la preferencia de un sexo sobre el otro, la elección de un nombre, que constituyen algunas de las maneras de experimentar la llegada del futuro bebé.
El bebé fantasmático, cuya imagen inconsciente es originada alrededor de los conflictos infantiles, de castración edípicos y coloreado por las fijaciones pregenitales.
El bebé mítico es el bebé cargado de todas las referencias culturales. A través de los cuidados aportados al bebé, sus padres introducirán su cultura. Así, el portar el niño en la espalda u otras costumbres ligadas a la crianza marcarán el destino del niño."
De esta categorización propuesta, nosotros habremos de recuperar al bebé real, al imaginario y al mítico por su importancia en los procesos psicopedagógicos relacionados con la intervención educativa, aunque los cuatro tengan una presencia trascendente en la vida familiar.
Es importante acceder a la imagen que han creado los padres de su bebé para adecuar cualquier proceso educativo donde ambas partes (padres e hijo) interactúen de manera cercana. El estilo de aprendizaje familiar estará permeado por esta imagen. Cuando se han depositado en el hijo aspiraciones personales, situación que ocurre en casi todos los casos en mayor o menor medida, el niño se integra a la familia con una carga emocional que le antecede, de ahí vendrán una serie de exigencias que encontrarán formas específicas de reflejarse en la interacción educativa. En esta interacción juegan "las representaciones que ambos padres tienen de su hijo, de ellos como padres y de ellos como personas" (Ruiz, 2005).
De la misma forma en que el individuo tiene una imagen de sí mismo frente a la sociedad, la familia también posee una imagen que descarga en el bebé dando lugar al bebé mítico. En las relaciones familiares también existe el peso que la familia ampliada y los distintos ámbitos sociales ponen sobre ellas. El estilo de enseñanza - aprendizaje familiar también se encuentra permeado por la imagen social que tienen los miembros de la familia respecto de sí misma.
Por otra parte es necesario considerar que el bebé, sea cual sea su condición, siempre está rodeado de los mitos que sustenta el grupo familiar al que pertenece. En este sentido Ferreira (citado por Bagarozzi, 1996: 19) define a los mitos familiares como “una serie de creencias bien integradas que comparten todos los miembros de la familia. Estas creencias determinan las relaciones entre los roles complementarios que se exigen a cada uno de los miembros en relación con los demás”.
Más adelante apunta Bagarozzi (1996), estas creencias y roles son respetados por la familia, a pesar de las distorsiones de la realidad, a fin de mantener intacto el mito, además “las familias tienen una variedad de mitos que cambian constantemente y evolucionan con el paso del tiempo y el desarrollo del ciclo familiar”. En este sentido considero importante apuntar que el bebé imaginado durante la gestación será contrastado con el bebé real, lo que puede llevar a la familia a pasar del mito del bebé sano que se espera recibir al mito del bebé enfermo que ha nacido. De tal manera que “los miembros de la familia pueden ser rotulados de acuerdo a un mito determinado y ser tratados de acuerdo a ese rol por los demás miembros de la familia”.
En aquellas situaciones donde el niño sea rotulado como niño enfermo, se puede configurar un mito alrededor de las expectativas
familiares respecto de él, y posteriormente estas expectativas condicionar, en lugar de favorecer, el desarrollo del bebé. En lo posible, los procesos educativo y terapéutico deben actuar en conjunto para proponer a la familia que sea el desarrollo del niño lo que indique sus posibilidades y no los mitos que se hayan configurado alrededor de él.
familiares respecto de él, y posteriormente estas expectativas condicionar, en lugar de favorecer, el desarrollo del bebé. En lo posible, los procesos educativo y terapéutico deben actuar en conjunto para proponer a la familia que sea el desarrollo del niño lo que indique sus posibilidades y no los mitos que se hayan configurado alrededor de él.
Bibliografía:
Bagarozzi, D. y Anderson, S. (1996). Mitos Personales, matrimoniales y familias. Formulaciones teóricas y estrategias clínicas. Barcelona: Paidós.
Ruíz, A. (2005). Reencontrar al bebé en Intervenciones en primera infancia: prevención y asistencia en salud y educación. Buenos Aires:
Novedades Educativas.
Novedades Educativas.